sábado, 9 de noviembre de 2013

LA GRAN VIA DE MADRID

























MADRID aunque nunca ha gozado de su denominación oficial como ciudad, no podía permitirse no tener en su callejero  una Gran Vía, una gran avenida que estuviera a la altura de las mejores del mundo, y fue por ello que los madrileños se pusieron “manos a la obra” para la realización del gran proyecto que suponía su construcción, y, “nació para poner a Madrid al nivel de Berlín o París…

Siguiendo el orden cronológico de mi trabajo sobre las “Efemérides matritenses” , le toca el turno a la Gran Vía, cuyos rasgos más característicos, comenzaron su andadura allá  en el mes de noviembre de 1.909 cuando se adjudicaron las obras al banquero francés Mr. Martin Albert Silver e iniciadas el histórico 4 de abril de 1.910 con el real golpe de piqueta que Su Majestad el Rey Alfonso XIII propiciara en la casa nº 47 de la calle de Alcalá, casa rectoral de la parroquia de San José, la popular “casa del cura”, bajo la mirada atenta y solemne de todas las personalidades asistentes.
                       
A las once de la mañana llegó el rey acompañado de la reina, Victoria Eugenia de Battenberg, y, tras escuchar la Marcha Real y los discursos del alcalde y del presidente, descendió de la tribuna real, se dirigió a la casa del cura, anexa a la iglesia de San José, y comenzó su demolición con una piqueta de plata que le entregó Martín Silver. Los obreros comenzaron con el derribo acto seguido bajo la “batuta” del constructor Álvaro Guadaño.

En este acto oficial estuvieron presentes, además de los reyes, la reina madre María Cristina y las infantas Isabel y María Teresa, el jefe del gobierno don José Canalejas Méndez, el alcalde de Madrid José Francos Rodríguez, acompañado por don Alberto Aguilera, don Nicolás de Peñalver Zamora (Conde de Peñalver), don Luis Silvela Casado y don Francisco de Góngora Lujan  (duque de Almodóvar), y una multitud de personalidades que se agolparon en la calle de San Miguel que más tarde desaparecería por exigencias del proyecto.


Largo tiempo llevaban los madrileños ansiando una gran avenida y después de un proyecto largamente madurado Alfonso XIII firmó el acta del proyecto de “Reforma y prolongación de la calle Preciados  y enlace de la plaza de Callao con la calle Alcalá”.

Texto del acta:
“En la villa de Madrid a cuatro de abril de mil novecientos diez, con asistencia de la Real Familia, del Gobierno de Su Majestad, del Excelentísimo Ayuntamiento y de las autoridades Eclesiásticas  y Militares, se procedió por su Majestad el Rey don Alfonso XIII (que Dios guarde) a dar comienzo a las obras de demolición de las fincas enclavadas en la zona que comprende el proyecto de reforma de la calle Preciados y enlace de la plaza del Callao con la de Alcalá, dando su majestad el primer golpe de piqueta, con una de plata en la casa número cuarenta y siete  de la calle de Alcalá, Rectoral de la Parroquia de San José. Y para que conste, firman la presente acta Su Majestad el Rey don Alfonso XIII, Real Familia, Gobierno de su Majestad y demás concurrentes con representación oficial”.

         

Esta enorme transformación urbana de la Villa, se hizo desde el principio cuidando el aspecto monumental que se había concebido en el proyecto, que debían tener todos sus edificios en la fachada principal y el cual perdura en la actualidad en todo su esplendor.
Supuso para la Villa de Madrid una de las reformas urbanísticas más importantes y espectaculares de toda su historia, ya que fue preciso derribar un sinfín de casas modestas que se agrupaban en distintos trazados y disposiciones así como varias casas-palacio. Varias calles fueron eliminadas por completo y otras muchas  quedaron modificadas en parte, es decir, la nueva vía afectaba a 346 inmuebles y 50 calles, 14 de las cuales desaparecían totalmente, reformándose el resto. Unas calles irregulares e inhóspitas desde el punto de vista de la salubridad y la higiene que no llegaban a seis metros de anchura, con escasa ventilación y casas mezquinas con patios interiores de pequeñas dimensiones.  …


“Cuando en 1.883 comienza el reinado de Isabel II, Madrid inicia un proceso de modernización y transformación urbanística que lentamente daría a la capital una nueva fisonomía. Un factor clave en el mismo fue el cierre y derribo de conventos, consecuencia de la política desamortizadora impulsada desde 1.836 por Juan Álvarez de Mendizábal. La desamortización, desarrollada en diferentes etapas a lo largo del siglo, permitió la renovación del entramado urbano, la apertura de nuevas calles y plazas…
“A mediados del s.XIX, Madrid se enfrentaba a un grave problema de escasez de vivienda y de hacinamiento del caserío. La fuerte inmigración desde el campo fue la principal causa de que la población madrileña pasara de los 270.000 habitantes de 1.860 a los 540.000 de 1.900…
 “La corporación municipal aprobó el proyecto en 1.901, y en 1.904 lo hizo el Ministerio de la Gobernación por una real orden en la que se decía: “Cuantos conozcan o recorran la zona de Madrid a que la reforma afecta, habrán de reconocer la conveniencia de un proyecto mediante el cual desaparezcan calles lóbregas, estrechas e insuficientes como la San Miguel, Hortaleza y Fuencarral en su enlace con la Red de San Luis; viviendas antiguas y antihigiénicas como las de las calles de Desengaño, callejones tales como los que unen estas calles y otras que no hace falta enumerar para que se comprenda cuanto representa la obra proyectada en luz, anchura, espacio y ventilación, condiciones todas tan necesarias para la salud y la vida de los habitantes de Madrid””.

El Proyecto fue de de los arquitectos José López Salaberry y Francisco Andrés Octavio, el cual había sido aprobado en 1.901, si bien los primeros pasos datan  del año 1.862 con la realización de un proyecto que fue desechado, así como otro proyecto posterior  realizado por Carlos Velasco.


 La Gran Vía madrileña creció despacio. Sería necesario casi medio siglo para enlazar la calle de Alcalá con la Plaza de España. Se hizo en tres tramos bien diferenciados entre sí, incluso su anchura es diferente. El primero comprende desde la calle de Alcalá hasta la Red de San Luis. El segundo, es del año1929 y llega hasta Callao y el tercero hasta la Plaza de España, es del año 1.931. Sus nombres fueron:
Avenida del Conde de Peñalver. Bulevar Pi y Margall. Avenida de Eduardo Dato.
Durante la guerra civil 1936/1939, tuvo otras denominaciones:
La Avenida del Conde de Peñalver, se la bautizó popularmente con Avenida de CNT: Avenida de Rusia. Avenida de la Unión Soviética (con una placa en piedra con los escudos de la II República Española y de la Unión Soviética, con el texto: Homenaje a los amigos de la URSS”).
El Bulevar de Pi y Margall: Avenida de los obuses. Avenida del 15 y medio.
La Avenida de Eduardo Dato, se denominó: Avenida de México.

Con fecha 24 de abril de 1.939 se la denominó, en toda su longitud, Avenida de José Antonio y en 1.981 se la denominó finalmente Gran Vía.

En el número 2, en el edificio de “La Gran Peña”, una pequeña placa hace referencia a esta importante obra urbanística:
“A la memoria del Conde de Peñalver, 1ª Vía de la reforma urbana a cuya realización dedicó todas sus iniciativas Don Nicolás Peñalver Zamora siendo Alcalde de Madrid. Homenaje del pueblo. Madrid MCMXVI”.


Decir que el primer vecino que sufrió el desmantelamiento de su vivienda fue el cura de la parroquia de San José, con el histórico golpe real con la herramienta de albañil y que la pluma aguda del periodista republicano Francisco Serrano Anguita calificara en su momento con la original frase de “Alfonso XIII hinca el pico”, pues bien el inquilino de la tan citada “casa del cura” era, D. Donato Giménez Romo, cura propio de la parroquia de San José desde junio de 1892 al 19 de junio de 1.919 y coadjutores de la misma don Primitivo Valvuena y don Natalio Maestro.

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