miércoles, 31 de enero de 2018

PERO PALO




                                 Emilio Jorrín, peropalero.

PERO PALO




Se trata de una tradición con siglos de antigüedad que se celebra, año tras año, en el pintoresco  pueblo verato de Villanueva de Vera, a las espaldas sureñas del emblemático Almanzor,  justo en el camino que nos lleva al histórico Monasterio de Yuste, lugar de reposo final del emperador Carlos I de España y V de Alemania.

Gira la fiesta en torno a un muñeco de nombre PEROPALO, “el privado de falo o pene”, que representa a un individuo  que fue protagonista en la aldea sin saber muy bien ni quien era ni de dónde venía:

Una de las leyenda nos dice que era un judío que huía de la justicia y escondido en Gredos bajaba en Carnaval al pueblo y seducía a las mujeres que podía y también robaba lo que se ponía a su alcance. Un embaucador. Quizás un violador.
También se piensa que podría tratarse de un guerrillero de la época de la Reconquista que fue hecho prisionero y ajusticiado en el pueblo.
Hay quien opina que podría tratarse de una parodia de los procesos habituales de la Inquisición y antijudaica representada por todos los vecinos
Otros dicen que quizás fuera un judío recaudador de los impuestos asfixiantes a los acosados labradores y cabreros y muy odiado por ello.
Un antropólogo lo relacionaría con la muerte de lo viejo, con la quema del muñeco, para que en primavera resuciten las fuerzas de la naturaleza.
Por carnaval en Villanueva ha sido apresado un ladrón, malandrín y bastante putero de nombre Pero Palo que merodeaba los alrededores del pueblo y a la población causaba temor y desconsuelo“.   “el Peropalo de hogaño –lo queremos pa quemarle- que es un Judas que hacemos- pa afrenta de su linaje”.

Sí se trata, sin duda, de un símbolo de la libertad, de la alegría vital, de gran belleza cromática y ejemplo permanente de la identidad de un pueblo.

Una fiesta tradicional, típica, señera… en la que participan, en complicidad romera todas las gentes de la villa sin distinción de edad y se halla tan metida en el alma de los villanovenses, o partochos en lenguaje popular, de tal modo que al día siguiente de la fiesta ya están pensando en la del año próximo.

En definitiva, se trata de un ritual, único,  un tanto, misterioso y ancestral que toma vida cada año a través de un muñeco representativo, coincidente con los Carnavales, lleno de liturgias de gran sabor popular y quizás de los más antiguos de España, declarado de Interés Turístico Nacional, y, que no deja indiferente a nadie.

Escrito está que en cierta ocasión el Santo Oficio llamó a juicio a los peropaleros por su celebración y estos demostraron que lo que representaban era un proceso judicial de un judío. A la Inquisición les gustó el tema, como era lógico en la época, y fueron absueltos y obsequiados con unos tambores y doce alabardas de las cuales se conservan algunas de ellas en la iglesia parroquial y que se siguen utilizando.

PEROPALO: Es un muñeco a tamaño natural cuya cabeza, la TURRA, se conserva desde antiguo y tiene por tanto un valor importante por su antigüedad. El cuerpo se confecciona cada año a base de rellenar un traje negro viejo con hierba seca.

El domingo anterior a Carnaval, la cabeza, que es celosamente guardada por una familia de Villanueva,  los SALINERO, de generación en generación, se cubre con un sombrero negro y es paseada antes de la puesta del sol, prendida en un palo largo, al retumbar de una treintena de tambores, por las calles típicas de Villanueva, como anuncio evidente de que la fiesta está pronta a comenzar.

El sábado siguiente, a media noche se confecciona, en secreto, el cuerpo de PeroPalo. Por la tarde se coloca la aguja, un pedestal de madera  en forma de escalera, en un punto estratégico en la plaza mayor, junto al ayuntamiento, al tiempo que surge una rivalidad entre los peropaleros favorables y los detractores, los primeros forcejean por subirse a la aguja y levantar los brazos en señal de triunfo y saludar a la multitud que lo presencia. Se cierra el acto bailando la jota al sonido inconfundible de los muchos tambores.
 
El domingo y lunes de carnaval, PeroPalo, sale de su domicilio por la mañana y es paseado por el pueblo cada tres horas, acompañado por los tambores y en la plaza se efectúan las llamadas JUDIÁS, un  simulacro de enfrentamiento entre peropaleros y detractores entrecruzándose mientras a PeroPalo se le desplaza a ras de suelo por su porteador. Al final se le coloca en la aguja, mirando en una dirección diferente cada vez, y se baila la jota. Por la tarde, se retira PeroPalo a su casa con un gran acompañamiento y cantos de coplas “peropaleras” y el sonar imparable de los unipresentes tamborileros “zurrando” incansables a sus respectivos tambores, que comienzan tocando las dianas por todo el pueblo antes de que se levante el sol.

El martes de Carnaval, el día grande, PeroPalo madruga  y se le lleva al Ayuntamiento en donde será sometido a juicio por el Tribunal Popular, del cual saldrá condenado a muerte. La condena será anunciada a todo el pueblo por un peropalero vestido de forma grotesca y aparentemente ebrio, que simula ser PeroPalo que lleva el cartel de la sentencia a la espalda montado en un burro, (debidamente protegido por el grupo de los burreros), acompañado por una multitud romera, que canta  coplas peropaleras, entre tambores y disparos, y, grandes y chicos, van tirando de una soga muy larga. 

Por la tarde toman protagonismo los calabaceros, que vestidos con sacos y bien tiznados, sin caretas, y pertrechos de un palo con calabazas de agua, se va efectuando el rito de los tributos, ofertorio, con el consiguiente apaleo y teñidos con pimentón, a los que van a dar sus donativos a las autoridades que presiden el acto.

Al mismo tiempo, salen a la escena el capitán y la capitana encabezando un colorista paseo con una amplia participación y el lucimiento de bellos trajes regionales. El capitán portea la bandera del festejo y la capitana porta una rama de zarza y un chorizo que representa los atributos varoniles de PeroPalo. Al llegar a la plaza se conforma un círculo delimitado por los alabarderos y se procede a la jura de la bandera que tiene una media luna dorada con un rostro antropomórfico, con la que los mozos muestran sus habilidades en el manejo y volteo al aire de la misma y el último en flamearla será el capitán para el año siguiente.

Los peropaleros, sin que nadie se percate, sustituyen el muñeco para conservar la preciada cabeza, por otro muñeco “revive”, que será quemado para cumplir la sentencia y el rito, con el sonar permanente del disparo de los “escopeteros” de sus muchos cartuchos de fogueo y muy sonoros.

Durante los días del festejo, no falta el vino, las caras tiznadas sin caretas, las blusas típicas, el poco dormir, las puertas abiertas, la comida que sobra, dulces típicos del pueblo… y todo ello en una fantástica armonía digna de contemplar, compartir y por supuesto de mantener en toda su pureza prístina.

























viernes, 12 de enero de 2018

DE MADRID AL CIELO





                                 DE MADRID AL CIELO

 





















La permanente atención que sobre Madrid se ha tenido siempre y desde muy distintas ópticas, intereses y aun de intenciones, ha llevado a los observadores de aquí y de allá  a conclusiones muy diversas, variopintas y hasta chocantes sobre el tejido social, cultural y urbano.

Es cierto que Madrid puede resultar desagradable para unos, pero también es motivo de orgullo para muchos otros.

Interpretaciones aparte, en lo que sí podemos estar todos de acuerdo es que Madrid, por sus personajes, por su talante, por sus monumentos…es diferente.

Que Madrid, solo es Madrid, y de Madrid al cielo. Frase que pronunciara un madrileño de casta, Ruy González de Clavijo, allá en el comienzo del siglo XV, al regreso de su viaje como embajador del rey de Castilla Enrique III, ante el gran Tamerlán en Samarcanda.
De Madrid al cielo. Loa llena de significación y lirismo, tantas veces repetida. Incluida también en una bella estrofa dedicada a Madrid por Luis  Quiñones de Benavente, un toledano nacido en 1.589:
“Pues en invierno y verano
en Madrid sólo son buenos
desde la cuna a Madrid
y desde Madrid al Cielo”.

 A bellas páginas literarias, alegorías pictóricas, obras de teatro y género “chico”, estampas populares, etc., etc., hay que añadir muchas también de sus detractores.
La vida de Madrid, su historia de cada día, se sucede entre sueños, mitos y elogios, luchas también, intrigas y desprecios.

Dicen las crónicas que es difícil ser indiferente en Madrid. Ciudad apasionada y sensitiva. Capital de la hospitalidad a espuertas; y es que Madrid se hizo desde siempre merecedor de la atracción de toda clase de gentes venidas de fuera, y que una vez aquí, decidieron no marcharse nunca.

Quizás algunos de los primeros enamorados de este Madrid, bajo su cielo claro y embrujador, tantas veces exaltado por pintores y poetas fueran aquellos árabes del siglo IX, que le denominaban “Pueblo del sol”.

El territorio madrileño ha tenido siempre una importancia relevante histórico-geográfica para atravesar la cordillera Central, ya que una de las rutas más importantes de España cruza por el puerto de Somosierra.

Está situado en el centro teórico de la península a 650,7 m. sobre el nivel del mar; a orillas del Manzanares, que es afluente del Jarama y éste a su vez lo es del Tajo.
 Fue ocupado por una pequeña población visigótica primero, musulmana después y más tarde castellana.

Su población actual se fundamenta mayoritariamente en el movimiento inmigratorio desde el siglo XVI, sobre todo del procedente de las provincias limítrofes en las últimas décadas.
Pero esto no significa que Madrid no posea una identidad definida como pueblo; más bien al contrario, es rico en sus fiestas, costumbres y tradiciones que definen su cultura tradicional propia.

Si bien la historia de Madrid es pobre en acontecimientos importantes hasta el siglo IX, sí los hubo posteriormente  que de alguna manera repercutieron en los hechos particulares del pueblo de Madrid, sobre todo a partir del año 1.561 en que Felipe II le hiciera corte; época en la que cobra un protagonismo inusitado en el que el pueblo llano se ve involucrado, a veces, en contra de su propia voluntad, y sufriendo unas consecuencias adicionales como capital del Reino.

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