sábado, 24 de julio de 2010

EL CHOTIS Y EL ORGANILLO

EFEMERIDES MATRITENSES

LIBRO SOBRE LA HISTORIA DE MADRID





El Chotis llegó a Madrid en 1.850, con el gobierno Narváez, y se bailó por primera vez en el Palacio Real la histórica noche del 3 de noviembre, con el nombre de "Polca alemana".
Es de origen escocés, denominado schottisch.
Fue en principio un baile palaciego, pero pronto salió a la calle y se popularizó tanto que llegó a ser el baile más difundido en la época. El baile más castizo.

El organillo es el quid del casticismo y está en peligro de pasar a ser pieza de museo.
Es un piano portátil que fue traído de Italia a finales del siglo XIX. Está provisto de un cilindro con púas metálicas accionado por un manubrio.
Por lo general lleva incorporadas 10 piezas musicales para las que son necesarias unas 22.000 púas.
Para tocarlo no son necesarios conocimientos musicales, pero sí se precisa de sensibilidad y oficio para dar el ritmo apropiado a cada una de sus piezas.

Don Antonio Apruzzese, fallecido en 2.002, era el único en el mundo dedicado a la construcción de organillos. Hijo de padres italianos nació en Madrid el día 2 de mayo de 1.904.
“Los japoneses, decía, me alquilaron un organillo para copiar su mecanismo, pero no consiguieron los mismos resultados”.

Don Agustín Lara, compositor mejicano, autor del popular chotis Madrid, Madrid, Madrid, recibió en el Ayuntamiento la “Batuta de oro”, el día 13 de mayo de 1.975. Ese mismo día, el alcalde de Madrid, don Miguel Ángel García Lomas, descubrió una estatua dedicada al “..más castizo y retrechero, Agustín Lara, emperador de Lavapies”, colocada en la plaza del Sombrerete.
La estatua, fundida en broce, es obra del escultor mejicano Humberto Perazo.

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domingo, 11 de julio de 2010

MADRID CASTIZO

EFEMERIDES MATRITENSES
LIBRO SOBRE LA HISTORIA DE MADRID

Año 1.787

Se sitúa en este año “la pincelada castiza” por ser el año de gracia en que apareció el cuadro de la Virgen de la Paloma y es la fiesta más celebrada por el casticismo madrileño.

Digamos para empezar este capítulo que ser “castizo”, a mí entender, es algo más que vivir en Madrid o haber nacido en su seno. También es algo más que vestirse con gracia el traje chulapo y expresarse en su argot propio.
Ser castizo es una forma de ser, un modo de comportarse, es una actitud especial ante la vida.

Haciendo un poco de historia diremos que el “casticismo” tiene su centro neurálgico, su origen, en el barrio del Avapies (Lavapies).
Con la incorporación de los judíos en el cambio religioso de 1.492, por lo general profesionales cualificados, médicos, boticarios, tenderos, comerciantes, etc., proliferó la costumbre en las familias de bautizar a los primogénitos con el nombre de Manuel, para así dar testimonio de cristianos viejos. Esta circunstancia dio origen al gentilicio de “Manolos” y “Manolas”.


Posteriormente la “manolería” se extendió por otros barrios haciéndose protagonistas del Madrid castizo y se caracterizaban por su aspecto elegante y atildado, por lo que se dio en llamarlos “chulapos”.

En otros barrios estaban asentados otros gremios. Así por ejemplo en torno a la calle del Barquillo, estaban los herreros (los “chisperos”) y que por su aspecto sucio por imperativos del oficio, se les llamaba “tiznaos”. Los “majos” se asentaban en el barrio de Maravillas.

Cuentan las crónicas de la época que entre los “chulapos” y “chisperos” existía una gran rivalidad que en muchas ocasiones terminaba en peleas callejeras.
Sobre todo entre los chavales de uno y otro bando con sus armas preferidas: las piedras.
Como en estos casos la fuerza física era imprescindible, es fácil suponer que los “chisperos” llevaban las de ganar casi siempre.
Una coplilla de don Ramón de la Cruz refleja bien claramente aquella situación:

“Aquí están las Maravillas,
Con deseo de reñir;
Menos lengua y más pedradas,
Señoritos del Barquillí”.

Las “castas” madrileñas tenían su peculiar forma de hablar y vestir, y consideraban una afrenta que les confundiera. Si bien, en el fondo sus costumbres eran bien parecidas. Se distinguían, eso sí, por pequeños detalles en los aditamentos de los trajes y en la forma de llevar el pañuelo y el tupé.

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domingo, 4 de julio de 2010

HOSPITAL PROVINCIAL

EFEMERIDES MATRITENSES

Año 1.787.


El Hospital General de Madrid tiene su origen en las inquietudes del monarca Felipe II en concentrar en un solo lugar a todos los enfermos dispersos por los hospitales de la Villa: Nuestra Señora del Amor de Dios o de Antón Martín; Nuestra Señora de Atocha; San Lázaro; San Ricardo; Santa Ana; Real de la Corte o del Buen Suceso; de los Caballeros de San Ginés; de las Mujeres Perdidas; del Campo del Rey; de la Pasión; Santa Catalina de los Donados; de la Concepción de Nuestra Señora más conocido como Hospital de la Latina…

Inquietaba también al rey el curanderismo practicado por personas sin otra ciencia que la experiencia personal; sangradores; bizmadores; sacamuelas, y un largo etc.

El primer proyecto de Felipe II se llamó Hospital General de la Encarnación y San Roque, situado en Santa Catalina en las proximidades a la calle del Prado.

Más tarde Fernando VI encargó el proyecto de un edificio nuevo a don José Hermosilla y Sandoval (capitán de ingenieros).
Posteriormente Carlos III encargaría a Sabatini que engrandeciera el diseño.

En 1.787 se crearía el Real Colegio de Cirugía de Madrid, bajo la advocación de San Carlos Borromeo. En tiempos de Fernando VII se vendría en llamar Real Colegio de Cirugía de San Carlos y en 1.821 Escuela Especial de la Ciencia de Curar. En 1.834 Real Colegio de Medicina y Cirugía San Carlos. En 1.843 Facultad de Ciencias Médicas y en 1.845 Facultad de Medicina.

Acogió también durante varios años la cátedra de Medicina del premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, en los sótanos del edificio y que él jocosamente llamaba “la bodega”.

Pasado el tiempo se retiraría el grado de general y pasó a llamarse Hospital Provincial.
En el interior del edificio destaca el gran anfiteatro o paraninfo en el cual tuvo lugar el acto de inauguración, durante la regencia de María Cristina, el año 1.834 y el patio central con 52 medallones con los rostros de eminentes médicos europeos.

En la actualidad es el Centro de Arte Reina Sofía, para lo cual el edificio ha sido convenientemente restaurado y transformada su distribución interior.
Su función fundamental es difundir y albergar el arte contemporáneo, sito en Calle Santa Isabel, 52.


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