Este aparato que poco a poco se ha ido
introduciendo en la vida moderna, de tal modo que hoy en día se nos ha hecho
imprescindible, tiene su origen en las experiencias del alemán Reiss en 1.861 y
consiguiéndose el funcionamiento del primer aparato en el año 1.876.
Al poco tiempo ya se instalaron en Madrid los
primeros teléfonos, llamados de manija y bocina y el primer teléfono automático
se inauguró el día de Nochevieja del año 1.926.
Las instalaciones centrales en Madrid se situaron
en el edificio construido a tal fin llamado “La Telefónica”, que fuera en su
día el edificio más alto de España y la imaginación popular no tardó en
denominarlo como “la casa del coño”, ya
que todo el mundo que pasaba por la Gran Vía, ante su asombro, comentaba !coño qué casa!!. Tiene 14 plantas, 90
m. de altura y 680 ventanas. Es obra es el arquitecto Manuel Cárdenas,
académico de BB.AA. de San Fernando.
El desarrollo del teléfono ha sido tan vertiginoso,
que más bien parece de ciencia ficción, viendo los móviles actuales.
Durante mucho tiempo se consideró que su inventor
fue Alexander Graham Bell junto con Alisha Gray, sin embargo la realidad es que
fue el primero en patentarlo. En el año 2.002, el Congreso de los Estados
Unidos aprobó una resolución por la que se reconocía a Antonio Meucci como el
auténtico inventor, que lo llamó teletrófono,
pero no pudo patentarlo por razones económicas y lo hizo Graham Bell.
Antonio Santi Giuseppe Meucci, hacia el año 1.854 fabricó un aparato para conectar su oficina con su
dormitorio ubicado en el segundo piso, debido al reumatismo que padecía su
esposa.
Meucci, nació en Florencia el 13 de abril de
1.808 y murió en Nueva York el 18 de octubre de 1.889.
Estudió
ingeniería química e ingeniería industrial en la Academia de Bellas Artes de
Florencia.
El
7 de agosto de 1.834 se casó con Ester Mochi.
Estuvo
encarcelado en varias ocasiones por participar con el movimiento de liberación
italiano.
En
octubre de 1.835 el matrimonio abandonaron Florencia y se embarcaron para Cuba
y desde aquí se fueron a Staten Island, cerca de la ciudad de Nueva York en
donde vivieron hasta el final de sus días. Meucci fue siempre respetado como un
prohombre de la comunidad italiana de Nueva York . Había levantado una fábrica
de velas y acogía a cualquier italiano que necesitara ayuda.
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