domingo, 26 de septiembre de 2010
SAN ANTONIO DE LA FLORIDA
EFEMERIDES MATRITENSES
LIBRO SOBRE LA HISTORIA DE MADRID
Año 1.792
La ermita de San Antonio de la Florida es una de las ermitas que cuenta con mayor cariño popular.
Fue construida en el año 1.792, en un lugar tranquilo y sosegado, donde había muchos árboles y tranquilidad en sus alrededores, a la orilla del río Manzanares y en el camino que conducía desde Palacio hasta el Real Sitio de El Pardo.
En el año 1.798, el rey Carlos IV, que con mucha frecuencia visitaba la ermita cuando iba de camino a su gran afición de la caza, le encargó a su pintor favorito, Goya, que decorase la iglesia.
A Goya le gusta el proyecto del rey y pone todo su interés. Sobre las paredes y el techo de la ermita pinta, llenas de vida, las escenas campestres y de romería que con frecuencia tienen lugar en los alrededores.
San Antonio es un santo milagrero y Goya plasma uno de sus milagros:
El santo hace que se levante de su tumba un hombre que han asesinado para que salve con su declaración a Martí de Boullón, padre del santo, que le han acusado de asesinato y es en verdad inocente. La gente que contempla la escena se queda admirada.
Cuentan las crónicas de la época que Goya empleó cuatro meses en pintar los frescos, desde el 15 de junio al 22 de octubre de 1.798, sin contar el tiempo de “bocetos y borrones”, y cobró por la realización 6.240 reales.
Esta ermita tiene su origen en la que fue construida en el año 1.720 junto a la desaparecida Puerta de San Vicente, en las proximidades a la actual estación de Príncipe Pío, para venerar a la Virgen de Gracia.
El segundo proyecto data de 1.731, obra del arquitecto Juan de Villanueva (padre), algo más grande y en la que ya se instaló la imagen de San Antonio.
Posteriormente se construyó una tercera de acuerdo con los planos de Sabatini y, por último, en el año 1.792 se construyó la definitiva, la actual, obra del arquitecto Francisco Fontana, en cruz latina y cúpula neoclásica.
En 1.905 fue declarada Monumento Nacional y en 1.919 fueron inhumados en ella los restos mortales de Goya, muerto en Burdeos en la noche del 15 al 16 de abril de 1.828 y que en 1.901 habían sido traídos al cementerio de San Isidro.
En 1.925, se construyó la ermita gemela, con el fin de trasladar a ella el culto y preservar así los frescos que se estaban deteriorando progresivamente.
En sus alrededores se encuentra el puente de la Reina Victoria, que fue construido en 1.909 sobre el popular “Puente verde”, así llamado por el color verde de sus barandillas y que daba paso a los lavaderos situados a la otra orilla del río.
La Fuente de la Teja, lugar de tradición carnavalesca, en donde se efectuaba el “entierro de la sardina” el miércoles de ceniza.
Museo monográfico de Goya.
En 1.977 se incorporó al panteón un conjunto de grabados, dibujos y retratos vinculados a la vida del pintor.
En 1.990, se efectuó una notable restauración, tanto al edificio como a los frescos que se encontraban en un cierto grado de deterioro, cuyo coste ascendió a la cantidad de 126 millones de pesetas.
Las modistillas.
La ermita se convirtió pronto en un lugar al que acude el pueblo a contemplar “el milagro” representado en los frescos, pues aunque fue en Lisboa el lugar en donde ocurrio, Goya lo plasmó como ocurrido en Madrid, e incluso los personajes de la escena eran tipos reconocibles de la vida real madrileña, y así se convertiría con el tiempo en romería y San Antonio en un santo “castizo” y familiar.
Las modistillas le convirtieron en su patrón e intercesor en sus comunicaciones amorosas, debido también a su fama de santo milagrero, a quien ofrecían todos los años sus alfileres en emotiva ofrenda. Tradición que sigue vigente, llena de colorido y devoción popular:
“La chica que busca novio ha de poner la mano sobre la pila del agua vendita con alfileres, y según el número de ellos que se queden pegados al levantar la mano será el número de novios que tendrá ese año”.
San Antonio de Padua.
Nació en Lisboa en 1.159 y murió en 1.231. Franciscano. Realizó en vida varios milagros, por lo que se le llamó “el taumaturgo de Padua”. Fue canonizado un año después de su muerte y Pío XII, en 1.946, le declaró doctor de la Iglesia.
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