FRASE
mundialmente conocida y mil veces repetida por todo el mundo, lugar que no
quiso concretar “Cide Hamete Benengeli”, - personaje ficticio y
supuesto historiador musulmán creado por Cervantes y que según el propio
Cervantes fue quien escribió El Quijote a partir del capítulo IX- por dejar que todas las villas y
lugares de La Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo,
como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero: Cumas, Esmirna,
Quios, Colofon, Pilos, Argos y Atenas, y estos los lugares de La Mancha: Miguel
Esteban, Villaverde, Esquívias, Tirteafuera, Quintanar de la Orden, Argamasilla
de Alba…
Nuevas
investigaciones parece que quieren demostrar que a los siete lugares de La
Mancha se deben agregar otros de los Montes de León que también reivindican ser
la cuna del genial escritor gloria de nuestras letras, genio de mágica pluma,
que engendró la obra “que vivirá cuanto en la edad futura viva la hermosa
lengua castellana”.
A
este respecto, quiero traer también a colación el estudio realizado por una
veintena de catedráticos de la Universidad Complutense de Madrid, por el cual
demuestran que han llegado a la conclusión de que ese lugar de la Mancha de
cuyo nombre no quiso acordarse el gran don Miguel, es Villanueva de los
Infantes, no sin la opinión en contra de todos aquellos que piensan que el
lugar que eligió Cervantes para el inicio de su grandiosa obra es Argamasilla
de Alba.
Villanueva de los Infantes.
Para
un lego en la materia, como es mi caso, ni entro ni salgo en la discusión,
porque además pienso que lo importante del personaje es su obra y menos
importante si nació aquí, allá o acullá.
SÍ
me quedo con la opinión de Manuel Fernández Nieto cuando dice:
Desde un punto de vista
literario, esa primera frase de Cervantes, podría no ser más que el principio
de una narración, como la de un cuento infantil, un principio indeterminado.
También podría ser parte del juego literario, teniendo en cuenta que el Quijote
es una parodia de los libros de caballería…”
Juan Givanel Mas,
filólogo, crítico literario y cervantista, nos dice:
“Interminable me resultaría el trabajo si
tuviese que condensar, aunque fuera de un modo abreviado, cuanto se ha dicho en
alabanza de Cervantes y su obra: ¡Qué dicha, la de poder participar de la
ilusión de Don Quijote el grande, Don Quijote el héroe, el magnánimo, el ser
sublime, el más bravo, el más digno, el más valeroso, el más desinteresado de
los hombres, y, bien mirado, el más sabio de los hombres, porque le domina la
más dulce, la más honrosa, la más santa de las locuras!. Amparar a los
huérfanos, defender a las desvalidas viudas, ser el azote de los malos, la
confianza de los buenos, amar con puro y casto amor: todo para su Rey, para su
Dios y para su dama!...El amo y el escudero, nunca van el uno sin el otro; son
inseparables, como el espíritu de la materia, como el alma del cuerpo; Sancho,
es en efecto, el buen sentido; Don Quijote es la poesía; Sancho es la realidad;
Don Quijote la ilusión; Sancho es lo positivo; Don Quijote lo ideal … “.
Y aquí la opinión
acertada de Sansón Carrasco, a través del epitafio que escribiera:
Yace aquí el hidalgo fuerte,
que a tanto extremo llegó
de valiente que se advierte
que la muerte no triunfó
de
su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura,
morir cuerdo y vivir
loco.
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