miércoles, 13 de enero de 2016

2.016 AÑO CERVANTINO






No me cabe duda lector o lectora amigo/amiga, que estás al cabo de la calle que en 2.016, se cumplen 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes y que va a ser un año cargado de actos, conferencias, artículos y más artículos en torno a uno de los españoles más universales de todos los tiempos y también sobre su magna obra.

A esta lluvia de trabajos que se prevén,  quiero aportar mi granito de arena y digo:

Como es sabido Don Quijote ha sufrido, como cualquier obra clásica, todo tipo de interpretaciones y críticas:
Unos dicen “que es un loco, pero gracioso'; otros, 'valiente, pero desgraciado'; otros, 'cortés, pero impertinente'.
En los tiempos del Romanticismo, también en el ámbito de la ideología política, tuvo sus interpretaciones y don Quijote para los románticos conservadores representaba la renuncia al

progreso y la defensa de un tiempo y unos valores sublimes aunque caducos, como los de la caballería medieval y los de la España imperial de Felipe II, y para los liberales, la lucha contra la intransigencia de esa España sombría y sin futuro.

A partir del siglo XIX, don Quijote se convierte en un símbolo de la bondad, del sacrificio solidario y del entusiasmo. Representa la figura del emprendedor que abre caminos nuevos. Un Don Quijote que encarna toda una moral que, además de altruista, es plenamente ejemplar. Un héroe de la bondad extrema y un espejo de la maldad del mundo.

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